miércoles, 6 de agosto de 2008

El pueblo a la espera

Opinion

Por Santiago Estrella Veloz
El autor es periodista y escritor

El pueblo dominicano espera con ansiedad las palabras que pronunciará el presidente Leonel Fernández el próximo 16 de agosto ante el Congreso Nacional, donde tendrá la oportunidad de lucirse de nuevo si coge “el toro con los cuernos” y anuncie medidas contundentes para afrontar en serio los problemas que afectan a la población.


Es paradójico que ciudadanos creyentes en la democracia con justicia social, entre los cuales me incluyo, a veces tengamos la horrorosa tentación de pensar en la necesidad de que el Gobierno meta mano dura a la delincuencia de todo tipo, denunciando también a los grupos de presión, nacionales y extranjeros, que quieren suplantar a las autoridades legítimamente constituidas.

No vamos a mencionar uno por uno los problemas. El presidente los conoce de sobra. No es posible fortalecer una democracia mientras se conspira contra ellas, pues eso y no otra cosa hacen algunos dizque defensores de los Derechos Humanos, cuando critican a la Policía porque se enfrenta con valor a una delincuencia armada que no tiene límites, a menudo protegida por decisiones judiciales que escapan a toda lógica, con argumentaciones de que así se cumple un Código Procesal Penal que garantiza la impunidad.

Hace algunas semanas, escuchamos por la radio el testimonio de una dama que fue asaltada por un delincuente, quien le robó la cartera y un celular, pero que fue atrapado por la policía. En el cuartel, una magistrado se amparó en el dichoso Código para poner en libertad al delincuente. Como es natural, la víctima protestó, razón por la cual la magistrado la envió a prisión por unas cuantas horas, hasta que llegó el marido con su abogado y la cuestión se solucionó.
Es así como, delincuentes convictos y confesos, son puestos en libertad olímpicamente, lo que ha dado lugar a las repudiables acciones de turbamultas que han hecho justicia por sus propias manos, ante las evidentes debilidades judiciales.

El presidente tiene, y debe, afrontar con valentía a aquellos sindicatos de transportistas que se han pasado de la raya, obstaculizando el tránsito e incluso la entrada de vehículos a una institución oficial como es la Refinería Dominicana de Petróleo, todo por un conflicto con una empresa extranjera que tiene legítimo derecho a poner fin a compromisos contractuales.

Otros sindicatos similares, en franca violación a la Ley y a la Constitución, impiden que una empresa privada de transporte brinde sus servicios a ciudadanos que viajan a Haití, con autorizaciones oficiales de ese país y de las autoridades dominicanas. Para colmo, una autoridad de Dajabón, como es su sindica, se suma a los transportistas que ni hacen ni dejan hacer, bajo el alegato de que la empresa de transporte “no paga impuestos” por cruzar la provincia.

¿Cuándo se ha visto que haya que pagar impuestos municipales, que no sean peajes legalmente establecidos que ni siquiera corresponden a los municipios, por el simple hecho de ejercer el derecho al libre tránsito?

Los médicos, con sus justos reclamos por aumentos de salarios, planean deslucir con una marcha los actos del 16 de agosto. ¿No son suficientes las huelgas en los hospitales públicos, en perjuicio de la población pobre? ¿Qué ha dicho el Colegio Médico sobre los sueldos de miseria que ganan los empleados más bajos? ¿Por qué no protestan cuando a familiares de un paciente grave, llevado a medianoche a una clínica, les exigen un depósito exorbitante para atenderlo, sin tomar en cuenta que poca gente que selecciona un centro de medicina privado guarda dinero debajo de los colchones?

Es por esa y otras razones que, aunque sea retrógrado pensarlo, muchos ciudadanos añoran a Balaguer y le siguen dando vigencia. Balaguer no toleraba semejantes violaciones a la Ley, aunque arbitrariamente muchos de sus funcionarios, de toda jerarquía, traspasaban los límites. Ese es el peligro de la mano dura.

Sin embargo, el país no soporta ya más impunidad. No es posible que empresarios y simples ciudadanos tengan que apelar a la denuncia pública para hacer valer sus derechos, impunemente violados por sindicalistas y delincuentes.

La tranquilidad y la paz están por encima incluso de muchas otras consideraciones. Leonel Fernández lo sabe, y los que creemos en sus habilidades simplemente le decimos: Presidente, actúe con mano firme. El pueblo ansía que usted eche una mirada a los ejemplos de Juan Bosch. La Historia se lo reconocerá, para no decir que le absolverá.

santiagoestrella2000@yahoo.com





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