martes, 19 de agosto de 2008

Díaz había dejado boxeo para lavar autos




Elizabeth Rosario, esposa de Félix Manuel Díaz Guzmán, con sus dos hijos y los cinturones de primer lugar ganado por el boxeador en Puerto Rico y Rumanía durante los fogueos previos a los Juegos Olímpicos.
SANTO DOMINGO.- Con los planes futuros manchados por las derrotas, muchas veces injustas, el hoy medallista olímpico dominicano Félix Manuel Díaz Guzmán abandonó el boxeo hace algunos años, pero con la responsabilidad de padre de familia, tuvo que dedicarse a lavar carros en una estación gasolinera para ganarse el sustento de sus hijos.
“Él llegó ahí a base de agallas, ha vivido momentos muy difíciles dentro y fuera del ring, cosas que no se ha merecido porque muchas veces le quitaban la victoria en algunas peleas importantes y venía desencantado de todo, sin motivación de seguir”.
La revelación es de la señora Elizabeth Rosario, esposa del medallista Díaz Guzmán, quien dice el boxeador abandonó el ring y que ella y su padre fueron quienes lo obligaron a volver a cruzar guantes.
“Yo lo conocí en ese ambiente. Aunque parezca extraño, me gusta el boxeo y no lo veo a él fuera del ring. Mi papá y yo lo alentamos para que volviera. Él lavaba carros en la bomba (de gasolina) y yo le decía: ¿qué futuro tendremos tú lavando vehículos? Deja eso y pelea de nuevo, que te irá bien. Mi papá también le decía que él era mejor que muchos que andan por ahí, como los ídolos de aquí y pelean fuera y ganan dinero”, reveló Rosario.
El único peleador dominicano aún de pie en los Juegos de Beijing, fue decepcionándose del boxeo porque en decisiones cerradas siempre llevaba la peor parte y porque su estilo no le gustaba a algunos dirigentes de este deporte.
“Un día me dijo que lo había llamado un maestro para engancharlo a la milicia y para que siguiera peleando como olímpico y me alegré porque me dijo que iba a empezar como la primera vez y que olvidaría todas las cosas que le habían hecho”, detalla.
Actualmente, Díaz Guzmán es sargento mayor de la Fuerza Aérea Dominicana y la iniciativa de su esposa lo ha llevado a un lugar que nunca esperó; Elizabeth va camino a culminar sus estudios del bachillerato para iniciar la carrera de odontología.
Su estilo no gustabaElizabeth, de 22 años, además de esposa, ha sido una estratega de la vida pugilística de su esposo, mezclándose con situaciones puramente del ensogado.
“Él quiso dejar el boxeo porque no encontraba ruta de ser protegido. Decían que su estilo no les gustaba a los jueces y muchas otras cosas, pero gracias a Dios las cosas han variado y parece que también él ha hecho algunos ajustes en su persona, en su forma de boxeador y en lo personal”, dijo. “Decían que él era muy chiquito y que por eso lo iban a sacar de la selección se puso triste... ¿y que podía hacer, no podía crecer ni pegarse un pedazo? Luego parece que le cogieron pena y lo dejaron ahí”.
Díaz Guzmán, con un tamaño de 5 pies y 5 pulgadas milita en la nueva división welter ligero (64 kilos ó 141 libras), en la cual la mayoría de sus rivales lo superan en estatura.
“Gracias a Dios, él con ese tamañito ha logrado llegar donde otros grandes de tamaño no llegaron. El boxeo es también corazón y él tiene un corazón grande”, considera la dama.
Medalla para sus hijosJennifer y Adonis Díaz Rosario son los dos retoños de Félix y Elizabeth, y de manera muy particular quienes lo llevaron hasta el lavadero de automóviles por el pan de cada día.
“Él dijo que traería una medalla para sus hijos. Ya la tiene. Y, además de ellos, es de todo el país. Espero que el señor Presidente ordene que nos done una casa para mis hijos... Sus padres también viven en condiciones difíciles y seguro va a querer buscarles un mejor destino porque Félix es así, no estaría tranquilo dejándolos así”, imploró a las autoridades.
Díaz Guzmán aseguró medalla de bronce y tratará de convertirla en plata en una pelea ante el francés Alexis Vastine. La joven madre dijo que a pesar de los premios que recibirá Félix, la familia es muy pobre y que la mejoría sería prácticamente imperceptible. Ambas familias viven en condiciones de hacinamiento en La Javilla (La Barquita), en Sabana Perdida.
“Si usted coge tres millones de pesos y compra dos casas al otro día no tiene con qué comer o tiene que ser a la orilla del río para que le sobre”, razona Elizabeth. “Si nos donan un hogar podríamos pensar en algún negocio que nos permita tranquilidad para que él siga su carrera”.

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