martes, 5 de enero de 2010

Opinión

Ese ruido infernal
Luis Manuel Brito Ureña
Si fuera corrupto y tuviera poder de decisión, me haría de dinero tomando una medida que, contradictoriamente, beneficiara a todos.

En Moca, y en casi todos los pueblos del país, es casi imposible sostener en la calle una conversación por cinco minutos sin sufrir la interrupción de un motorista con su moffler escandaloso. Y si nos vamos a las horas nocturnas de descanso, “ahí es que la puerca retuerce el rabo”….

Siendo corrupto, me hablaría con los distribuidores de mofflers para que me pasen mi “mesada”, y aplicando las normas establecidas, enviara a recogerlos a todos. Y quizás de una manera un poco arbitraria, no les entregara el motor hasta tanto no se aparecieran con sus mofflers nuevos y salieran de la institución tan silenciosos como cuando estamos en el momento de la consagración del cuerpo de Cristo.

Pero si tuviera buen corazón, y el mismo poder, podría lograr lo mismo, sin necesidad de corrupción y sin violar las normas establecidas.

En nuestra sociedad, muchas veces las cosas suceden porque dejamos pasarlas, o porque el dejarlas pasar trae beneficios a unos cuantos, en perjuicio de la mayoría.

No sé cómo es que las instituciones cívicas que laboran en las diversas comunidades no se empeñan en atacar vehementemente males como esos, que aunque son menores con relación a otros tantos que nos afectan, no dejan de crear intranquilidad y desasosiego.

No es la primera vez que hablo sobre esto en los medios de comunicación, ni soy el primero en hacerlo, pero estoy ahora ansiando que esta vez me hagan caso. (Sigo siendo un iluso).

El ruido de los mofflers es una manera de corroer nuestra salud mental, y en consecuencia nos trae deterioro físico, aunque no nos demos cuenta y ya estemos acostumbrados a ello.
Otras veces he dicho que el aburrimiento, junto con el silencio, es algo que nos hace falta de cuando en vez, para reflexionar, para escucharnos y contemplarnos a nosotros mismos, para descansar y limpiar nuestra mente, para crear.

No concibo una ciudad sin ruidos. Pero hay ruidos que no son necesarios. Como el ruido infernal de los motores.

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