Por: Luis Manuel Brito Ureña
Con este título tuve participación en el Panel Bachata e Identidad Caribeña en el Festival VivAmérica-Santo Domingo 2009, celebrado desde el 7 al 11 de octubre bajo la coordinación de los Ayuntamientos de Madrid y el Distrito Nacional, la Secretaría de Estado de Cultura y el Centro Cultural de España, y en el que participaron sobresalientes intelectuales de varios países en conferencias magistrales, foros y paneles para estimular el debate y la reflexión en torno a temáticas y problemas del presente y futuro de América Latina y Europa.
Al mismo tiempo, se desarrollaron eventos artísticos tales como exposiciones, actuaciones, talleres y conciertos.
Lo siguiente es un resumen de mi planteamiento:
Sin temor a que me tilden de ignorante y atrevido, digo que expresiones como “me tiene cogío” y “el pez grande se come al chiquito”, entre otras utilizadas en las bachatas, a pesar de su nivel lingüístico, son figuras literarias, tanto como las más bellas metáforas creadas en la temática amorosa.
Los bachateros suelen adaptar letras ya consagradas en otros géneros musicales, pero también crean sus composiciones originadas en su propio entorno sociocultural, reflejando su realidad y la de sus congéneres.
Y aunque algunas tienen parangón con canciones y boleros ya famosos, no necesariamente se puede decir que estén copiando o imitando, sino que en conjunto son expresiones de sentimientos de unos y de otros, a veces paralelas, porque para la expresividad no hay limitaciones ni hay cárceles para las manifestaciones de los sentimientos de cada cual.
Su delicadeza al crear y al adoptar letras y significados no tan habituales anteriormente, externando sus tiernos sentimientos, es sinónimo de mejoría en la producción de su temática, dejando un poco atrás expresiones que trataban a la mujer, objeto de sus desvanes, como “cartón que tiran al río”, como “cobija vieja”, como “yaguasil” que de una palma ya ha caído, o de mujer a quien le pide que le dé su “concón”.
Algunos dicen despreciar la bachata, pero la escuchan a escondidas. Algo parecido a algunos europeos de la colonia que en público despreciaban las negras, pero en la intimidad las gozaban. Para escuchar la bachata de la era pre tecnológica, había que acudir a lugares de no muy buena fama, y eso creaba limitaciones para su conocimiento y difusión. Para escucharla hoy, la tecnología nos la ha acercado a la placidez de nuestro hogar.
Observando sus creaciones y/o interpretaciones de los últimos años, podemos notar la periodicidad en transferir sus emociones del desprecio a la ternura; del olvido al amor eterno; de la profunda tristeza a la inmensa alegría, ofreciendo un matiz y una forma distintiva.
Aunque la bachata está cargada de desprecio y amargura, en ella también aparecen sentimientos bellos de ternura que reflejan profundos y variados intereses románticos, que reflejan su alma enamorada, con sus decepciones, con sus sufrimientos, con sus esperanzas, con lo sublime, y con tantos otros sentimientos que logran colectivizarse cuando sus oyentes se sienten reflejados en ellos.
La ternura reflejada en sus letras, rodeada de arideces románticas que destruyen corazones enamorados, nos enseña que ya la bachata no es sólo música de amargue profundo, o de “guardia cobrao” que al bar iba a ocultar con un trago sus innúmeras frustraciones, consumiendo los pocos pesitos que recibía de salario.
Porque la bachata de hoy, sin abandonar la amarga realidad de la de ayer, albergue de frustraciones personales y colectivas, suele reflejar también una agradable ternura de amor, ensalzando con cierta delicadeza al objeto de su amor, que a veces viene, y a veces se esfuma; que a veces despreciamos, y a veces veneramos hasta la saciedad.
Por eso, cuando los ejecutantes logran la excitación en sus interpretaciones, con ardor se expresan así:
¡Esta es una bachata con olor a perfume!; ¡Una bachata que tiene lírica!; ¡Bachata de hombre con pelo en el pecho!; ¡Esta es una bachata pa´romperte el corazón!; ¡Porque un hombre enamorado es capaz de TODO!; ¡Porque el amor es la pesadilla eterna”.
Y al lado de expresiones soeces, también conviven versos como los que a continuación citamos:
“…la invité a navegar en barcos de pasión/ y me aferré a sus labios cual si fuera el timón. Anclado de su pecho burlé su intimidad/ y navegué en su cuerpo por dos horas o más”.
“… seguí tras mi felicidad al acecho de ella/ pues sólo el que vela la noche/ puede ver las estrellas”.
“Si yo entrego el alma en cada beso que doy/ por qué me traicionan/ será porque la vida/ no guardó para mí un amor verdadero”.
“Cuando la mañana está a punto de germinar/ tú me dejas el amanecer sin ti”.
“Como quisiera hoy aprisionar el sol adentro de esta copa/ después correr a ti/ y en un beso de amor/ dejártelo en la boca”.
“A la altura de su pecho la sensualidad le brota/ irresistible a mis ojos, a mis manos y a mi boca/ territorio que conspira contra mi estabilidad/ se me escapa el equilibrio/ vuela mi serenidad”.
“… a tu lado no hay madrugadas oscuras/ te confieso que tu pecho es mi hábitat”.
“En las llanuras y mesetas de tu piel/ yo fui escalando como alpinista arriesgado hasta ti/ explorando tu geografía de principio a fin”.
“Qué importa que yo muera por culpa de tu boca/ porque te llevo dentro de mí y el alma me destroza/ quiero perderme contigo en el vicio de tus labios/…
“Ay si yo fuera esa almohada que guarda tus sueños/ Ay si yo fuera esa blusita que cubre tu pecho…”
“Y aunque me le pongan vidrio, cuello y fondo de botella/ voy a volar la pared para estar al lado de ella”.
“…ametrallaré tu piel con mis caricias/ bombardeando tu corazón con palabras bonitas/ dispararé balas de claveles y misiles de rosas/ venceré, y verás que al final tú serás mi esposa”.
Y Anthony Santos, en “Por mi timidez”, describe un tierno amor infantil que apenas empieza a nacer:
“Hace tiempo me gustabas tú/ desde que yo era un niño amor/ pero te amaba en silencio/ no podía enamorarte a ti/ por mi timidez. Ahora quisiera hablarte amor/ decirte cosas bonitas/ recordarte aquellos tiempos nena/ cuando éramos muchachitos. Íbamos juntos a la escuela/ esos dos niños solitos/ sí, que tú comprabas un helado/ y me dabas un pedacito a mí/ me mirabas fijamente/ me agarrabas mi manita a mí. De mi camisa escolar/ me arrancabas un botoncito/ sí, nos íbamos caminando/ cantándole a mi escuelita/ sí, pero no le pude hablar de amor/ por mi timidez”.
Creo que es la primera vez que de manera pública se ha escuchado bachata dentro del mismo recinto del Alcázar, donde se celebró el evento. Si a Diego Colón no le gustó, tuvo entonces que sentirse adolorido. De lo contrario, muy probablemente sus restos regresaron de la eternidad para disfrutar las pimentosas y alegres bachatas que allí se difundieron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario