POR:Luis Manuel Brito
Ya hace unos cuantos años que el Indotel se propuso suplir de computadoras y de acceso a internet a cuantas comunidades rurales y citadinas existan en el país con la finalidad de cumplir con lo que ya se ha convertido en un nuevo cliché: estrechar la brecha digital.
Con esa política desarrollista, el Indotel procura que los habitantes de nuestra República estén cada día más cerca del uso adecuado de las facilidades que ofrecen la computadora y el internet, y así, y en especial los estudiantes, puedan tener acceso rápido y seguro al conocimiento a nivel mundial, habida cuenta de lo que ofrece ese medio y de lo abarcador que es.
Es un actitud muy plausible, pues acerca a todos a los méritos y ventajas del conocimiento, y sobre todo a los que no disponen en sus propias casas de la facilidad de esos “aparatos que se usan ahora” (como dijo una vez mi suegro de 80 años), para que puedan concretizar la sabiduría que encierra la frase que, con cierta duda, se atribuye al filósofo inglés Sir Francis Bacon: “Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”.
Nunca, y menos en estos tiempos, se debe esperar a que las cosas lleguen a nosotros, porque las cosas están ahí, y hay que ir tras ellas para hacer acopio de las mismas y de sus resultados provechosos.
Pero lo que más me gusta de la política de Indotel es que no sólo lleva esas herramientas a rincones tan apartados como Manabao, donde empieza el camino hacia el Pico Duarte, sino que con el correr de los días, y de acuerdo al comportamiento de los pobladores, beneficiarios directos de esas tecnologías, y bajo compromiso previo, esta institución pone en manos de ellos la responsabilidad de tales facilidades para que ellos mismos sean los propios agentes de su desarrollo, para que ellos mismos manejen esos recursos, para que ellos mismos sean responsables directos de su mantenimiento y preservación, como una manera muy inteligente de hacerles comprender que no se debe aplicar la política de “lo que nada nos cuesta, hagámosle fiesta”.
El paternalismo lo concibo como lo opuesto a la autonomía. Mientras este último concepto se refiere a actuar consciente y decididamente mediante nuestros propios medios para disciplinarnos a nosotros mismos y a las cosas que de nosotros dependen; el otro lo concibo como aquello que nos dirige para lograr forzosamente nuestra disciplina y para manejarnos al antojo, concibiendo que estamos incapacitados de hacerlo por nosotros mismos, y dejando que sean otros quienes dirijan lo que nosotros mismos podemos diligenciarnos, aún sea con la ayuda ajena, para hacernos sentir nuestros propios agentes de desarrollo humano.
Es a mi parecer precisamente eso lo que Indotel se propone cuando pone en manos de las comunidades las herramientas necesarias para la capacitación en el campo informático.
Y fuera de toda duda y de todo cuanto se pueda interpretar como vana lisonja, esa maquinaria gubernamental tan eficiente cumple su papel con efectividad tal que lo menos que merece el Indotel en estos momentos es que las actitudes que proveen sus aptitudes sean emuladas por otras esferas gubernamentales.
Sólo así puede acabarse el paternalismo perverso, y sólo así nos convertiremos en nuestros propios agentes del desarrollo personal y colectivo, saliendo así de la maraña que nos envuelve y que tanto nos perjudica.
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