Dr. Luis Manuel Brito Ureña Profesor Universitario |
Por: Luis Manuel Brito Ureña
Comenzó a caerme mal cuando todavía yo era un niño. Y todo porque mientras ella estaba leyendo el periódico El Caribe en la casa de Manano y Susana en la calle 16 de agosto de Moca, y yo estaba detrás, haciendo lo mismo, ella me miró con cierto desdén y me dijo mal educado. Eso me cayó como una piedra, pero no me impidió que siguiera leyendo diarios viejos, como solía hacer en la vieja letrina de la casa de mi tía Rosalía Ventura.
Comenzó a caerme mal cuando todavía yo era un niño. Y todo porque mientras ella estaba leyendo el periódico El Caribe en la casa de Manano y Susana en la calle 16 de agosto de Moca, y yo estaba detrás, haciendo lo mismo, ella me miró con cierto desdén y me dijo mal educado. Eso me cayó como una piedra, pero no me impidió que siguiera leyendo diarios viejos, como solía hacer en la vieja letrina de la casa de mi tía Rosalía Ventura.
Para entonces, acabábamos de salir de una gran tiranía, para entrar en una gran cadena de tiranías sucesivas que hasta ahora nos han gobernado.
Porque para mí, democracia no es elegir, y ser elegido, sino respetar, servir y cumplir las promesas que hicimos a quienes nos eligieron y saciar los deseos de ese pueblo. Manano era, al igual que todos nosotros, un vivo ejemplo de aquellas crueldades. Y eso era lo que me interesaba saber, como asiduo devorador de lecturas y anécdotas.
Tampoco esa actitud impidió que luego siguiera leyendo obras clásicas griegas mientras vendía cigarrillos, mentas y chicles en la esquina de Pantaleón Salcedo; negocio que había puesto con el único objetivo de comprar una bicicleta en la Casa Russo, pues las amenazas de no volver más a la escuela si en mi casa no me la compraban, no dieron resultados.
Confieso que no he leído sus novelas (“Cuando me asalta el recuerdo de ti”, “Mi corazón tiembla en la sombra”, “Palabras de mujer”, “El callejón de las flores”, etc.); pero al pasar de los años, uno de mis principales objetivos sabatinos es saber qué ha escrito ella en Diario Libre. Pues, sencillamente me agradan mucho sus escritos, en lo formal y en lo conceptual.
No recuerdo bien, pero creo que una vez ella dejó de escribir en ese medio, y con frecuencia me preguntaba el por qué “prohibirnos” disfrutar de esas letras tan bien hilvanadas. Esa era mi preocupación principal los sábados en la mañana. Y ahora reflexiono y me pregunto cómo una actitud positiva posterior de una persona puede cambiar el sentir ancestral, negativo y frustrante, de otra persona. Y cómo y de qué manera de cosas negativas que nos han marcado, uno puede sacar cosas positivas. Que nos hemos quedado sin electricidad, y no podemos usar la TV, la PC, y tantas otras cosas más….pues a aprovechar el tiempo para hacer cuentos y anécdotas con nuestros hijos que, por estar cargados y tan ocupados en estas modernidades, ya no hacemos.
Si no me hubiese puesto de intruso y mal educado a leer el periódico por encima del hombro de Ligia Minaya, probablemente hoy no supiese escribir con lógica gramatical ni una sola frase en nuestro idioma.
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