Luis Manuel Brito Ureña
Cada persona alberga en su seno virtudes y defectos, y cuando estos abundan más que aquéllas, es muy difícil encontrar progreso y redención.
A cada momento, periodistas valientes nos traen ejemplos vivos de corrupción; nos enrostran nuestras miserias institucionales, y estamos tan acostumbrados a que no pase nada, que ya eso forma parte de la cotidianidad y el quehacer de nuestros políticos y funcionarios.
Y a los demás, que por sus principios morales no se atreven a hacer nada descompuesto, somos los primeros en calificarlos de Pendejos, porque no han sabido aprovechar sus circunstancias.
Como país, virtudes tenemos muchas, alabadas y hasta envidiadas por otras latitudes de la tierra. Aunque por las circunstancias, ya hemos perdido bastante. Pero nuestros defectos son de tal magnitud, que siempre estamos encharcados en las mismas cosas, sin poder salir de ellas. Y el defecto de hoy es tan grande, que opaca al defecto de ayer.
Aunque estoy hablando en tercera persona del plural, nunca he ido de acuerdo con los que pretenden achacarnos a TODOS de todos los males, porque los causantes de estos siempre han tenido sus nombres y sus apellidos, por los siglos de los siglos.
En los Estados Unidos de América, que no necesariamente es un buen ejemplo de virtud en todos los sentidos, han ocurrido casos sui generis que comparados con los nuestros, nos ponen a reír un poco. Spiro Agnew, vicepresidente en el gobierno de Nixon, fue investigado por haber recibido sobornos por casi 30 mil dólares, y además, estando en pleno ejercicio de su mandato, se le procesó por evasión fiscal y blanqueo de dinero, y se le condenó; provocando eso la renuncia de su alto cargo. Recuerdo haber escuchado en 1973 en “Radio Mil Informando” que la evasión fiscal fue por apenas 3 mil dólares.
En España, en la actualidad, el Caso Gürtel se refiere a la investigación del juez Garzón sobre corrupción política por parte de miembros del Partido Popular (hoy en el Poder), y se ha hecho mucho énfasis en el pago de trajes de vestir a Francisco Camps, presidente de Valencia, por valor de apenas unos 13 mil euros, para que éste facilitara concesiones a favor de la empresa Orange Market.
Escuchar estas cosas, y viendo nuestros ejemplos, nos provoca a la vez ganas de reír a carcajadas y de llorar amargamente.
¡Cuántos kilómetros de distancia, de tiempo, de respeto y de institucionalidad nos separan de España y Nueva York! ¡Qué enanos somos en ese aspecto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario