miércoles, 7 de diciembre de 2011

Malas Experiencias

Escrito por Lic. Luis Manuel Brito Ureña   


 El uso inteligente de las tarjetas de crédito es muy beneficioso para los clientes que saben usarlas, pero también esconde ciertos truquitos muy perjudiciales que nos atan de manos y pies.
Sabemos de las quiebras de varios bancos dominicanos con el consiguiente perjuicio para toda la nación. Y en un aparente buen uso de las normas del derecho, unos cuantos de esos atracadores de cuello blanco, como se suele llamar en las ciencias jurídicas, han sido procesados y mantenidos en prisión. Pero el dinero robado sigue perdido, y no se descarta que, luego de un indulto, pasen el resto de sus vidas y la de sus descendientes disfrutando de esas grandes sumas.

Tomando en cuenta las acciones de estos desfalcadores, tal vez tenga razón Facundo Cabral cuando en una de sus canciones expresa más o menos: “Yo no sé quién es más ladrón, si el que funda un banco, o el que lo asalta”.
Ciertas prácticas bancarias, basadas en el dicho “son políticas del banco” (como si estas instituciones estuvieran por encima del buen derecho), hacen que la gente llegue a creer con vehemencia en lo anterior.
Veamos algunos ejemplos:
Uno consume 2.55 en dólares, y hay que pagar 3, aunque uno lleve en monedas los 55 centavos;
Nos hablan muy bonito por teléfono para tratar de convencernos, pero no nos explican todas las reglas y todos los riesgos, y luego que nos han atrapado, viene la puñalada trapera, con una u otra exigencia;
Te hacen un doble cobro, y tienes que perder tus esfuerzos y tu tiempo tratando de explicarles a ellos el error que cometieron, y si lo admiten, entonces te dan un crédito. Pero si uno no paga a tiempo, le cobran intereses;
Conservo desde el 2001 tres cartas enviadas por un banco dominicano muy popular, en las que, después de haber saldado mi deuda y cerrado mi cuenta 3 meses atrás, me dijeron en la primera que aún debía 800 pesos; en la segunda, que debía 200; y, luego de haber agotado mi paciencia y “rellenarlos” con una andanada de “piques” desbocados, en una tercera carta me dijeron que no debía un centavo.

Por qué yo, que nunca me he quedado con un chele de nadie, y en cambio en mi ejercicio profesional me han estafado con mucho dinero, renuncié a esa entidad bancaria? Por los 35 dólares cargados de más en una compra en Miami; por los 14 mil pesos cargados extras por un viaje a Michigan; entre otras cosas sucesivas, más el tiempo perdido y las preocupaciones acumuladas, por errores de ellos.
En este mismo Banco, saldé mi deuda con la tarjeta un 23 en la mañana, el mismo día que se vencía, pero me cobraron los intereses porque era sábado, y “según la política del banco”, eso equivale a lunes (El calendario romano, con siglos de existencia, ahora ha sido cambiado por ellos);

En otro progresivo banco intenté retirar mi tarjeta, y con la finalidad de hacerme desistir me convencieron de que con los puntos acumulados hasta el momento podía pagar la renovación que se aproximaba.

Cuando llegó el momento de hacerlo, me salieron con otra cosa, y ya era imposible volver atrás, y tuve que pagar, pero no volví a consumirles. Ahora me están dando todas las caricias que yo no necesito. Y lo más bonito del caso es que en ese mismo banco, y por estar “privando en serio”, meses atrás fui a devolver 300 pesos que el cajero me había devuelto de más;
Alguien fue a renovar su tarjeta a una Asociación, y no sabe por qué razón tuvo que dar 5 viajes, y al final optó por desistir. 3 años más tarde le mandan un correo diciéndole que pasara a buscar su tarjeta, y que tenía un crédito a su favor de más de mil pesos.


Vaya sorpresa! (Que tenga cuidado con ese truquito…);
Otro Banco envió a su casa la tarjeta que nunca había solicitado.


¿Y por qué al mismo tiempo no le enviaron un par de miles de pesos de regalo…?. Viven como linces investigando nuestros balances de entradas y salidas económicas y la seriedad en los pagos, para estar atosigándonos con ofertas muy bellas, ofrecidas por damitas también muy bellas, para luego darnos la puñalada trapera;

El lector completará, seguramente, con otros tantos ejemplos.


¿Y ustedes no se han dado cuenta que lentos son cuando uno quiere sacar una gran suma de dinero, y que rápidos son cuando uno va a pagar o a depositar dinero?
¿Estas prácticas bancarias están por encima de la Ley, o es sólo un “dejar hacer” para proteger a ese sector tan poderoso?


Lo peor del caso es que todo quien se mueve hoy en este mundo de la economía, no puede prescindir de esas instituciones; lo que indica que estamos condenados a vivir amarrados a ellos.
El diputado de Santiago que está abogando por nuevas normas para esas entidades, creo que tiene mucha razón.

Dios quiera que Don Dinero, en manos del hombre del maletín, no haga desistir de su empeño a las honorables Cámaras del Congreso.

Nota: Pido excusas por mi “yoismo”, pero son experiencias bancarias que he experimentado, aunque eso no me ha impedido seguir usando con mayor tacto las tarjetas de crédito, que tanto nos resuelven en ciertos momentos en que las arcas privadas están vacías y los bolsillos no encuentran monedas para acariciarlas.

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