Nací en la época de Trujillo. Y por mi edad y las tantas trabas existentes, no fue sino hasta llegar a mi adolescencia tardía cuando empecé a darme cuenta de todo aquello.
Surgió Bosch, y fue tumbado al poco tiempo por los que siempre en este país han defendido la democracia. ¡Pero su Democracia! ¡La de ellos; no la de los otros! (Aunque dicen que él se preparaba a renunciar).
Empecé a vivir la época balaguerista, luego de un movimiento armado frustrado por extranjeros, que también suelen hablar de democracia y de derechos humanos, pero sólo de la boca pa´allá. Hablan de su democracia, no de la democracia de los demás!
Sufrimos como jóvenes humildes de toda clase de vejaciones y frustraciones durante ese régimen, y ante esa realidad, nos apoyamos en los llamados movimientos de izquierdas, que eran minoritarios, o nos consolamos con el PRD, que era mayoritario y muy combativo, sobretodo guiado por su líder Peña Gómez.
Y cuando este Partido triunfó, al poco tiempo se desinfló la alegría que en un merengue Wilfrido Vargas preconizó: “yo le decía a mi país, que eso ya viene por ahí”. La desfachatez llegó a un punto tal, que su presidente Guzmán tuvo que suicidarse, y en un segundo período, su líder llegó a apoyar la masacre contra la revuelta popular de post semana santa de 1984. Algo imperdonable a toda costa!
Y el colmo fue tal que, según dicen, para evitar el triunfo de Jacobo Majluta en 1986, cierta facción del PRD permitió que volviera por otros 10 años, aquel gobernante de los aciagos 12 años.
Entonces nos quedaba una última ficha, la del PLD, con la cual creíamos que íbamos a jugar limpio y a sanear el ambiente social de nuestro país, que para ellos estaba compuesto por corruptos y peledeistas. Para no fallar al dicho de que “escobita nueva barre bien”, todo empezó de maravilla, hasta que comprendieron que andar en chancleta no era conveniente para el futuro de esta (su) nación.
Las esperanzas volvieron a frustrarse para todos los desamparados y para todos los que, sin ser desamparados, hemos abogado siempre por una corrección de los males profundos de este país, que no fueran tantos y tan perversos, si hubiese lo que en los medios se dice: “una voluntad política”, verdaderamente sana y sin egoísmo tan enraizado.
Es en toda esa cadena donde yo considero que radican nuestros mayores males y nuestra delincuencia en sentido general, independientemente de otros factores importantes, tales como la formación familiar.
De fracaso en fracaso, de frustración en frustración, es muy difícil que un ser humano se mantenga firme o se regenere, por más oraciones religiosas que emita o que oiga emitir. Creo que nuestro estado actual de cosas, más que provenir de la miseria, tiene su causa en la opulencia y el despilfarro. Y sobre todo cuando proviene de ex “chivitos jartos de jobos”.
Sin embargo, tenemos la pírrica esperanza de que todo lo que sube baja, y la desesperanza de que lo que suba será más de lo mismo, sin importar la bandera. Pero, en medio de esa frustración galopante, nos conformamos con decir que:“las palmas son tan altas, y los puercos comen de ellas”.
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