Algo de Andrés L. Mateo
Luis Manuel Brito Ureña
A Andrés L. Mateo lo conocí desde Moca, porque con frecuencia lo mencionaban en el suplemento cultural del periódico La Noticia, cuando formaba parte del grupo de Jóvenes Poetas. Una vez me dijo que tiene cierta ascendencia que proviene de los lados de una de las Cancas, poblaciones ubicadas entre Moca y Licey al Medio. Posteriormente tuve el grato placer de compartir con él en el Departamento de Letras de la UASD. Y luego, me sirvió como asesor para las tesis que presenté para obtener mis dos títulos en Letras y en Derecho, que tuvieron muy buena aceptación del Jurado examinador.
Casi ya no nos vemos, pero tengo la oportunidad de cada jueves leer sus artículos en el periódico digital llamado acento.com.do. Y cada vez es más interesante y certero lo que escribe, al igual que lo que también escribe los miércoles su amiga Sara Pérez (¡genial y valiente siempre!).
Pues, mi interés por mencionarlo ahora, radica en destacar un fragmento de lo que escribió el 22 de marzo pasado, titulado “Los Valores en medio de la contienda”, y en el cual hace referencia a la corrupción. Leamos, pues:
“El poder es la caverna adorable que da a los políticos licencia para mentir, y es por eso que un debate electoral convierte a la sociedad dominicana entera en un gigantesco escenario de violencia y simulación. No hay valores sino es en la interactuación social, y es arrojándolos contra la práctica de sus líderes que las sociedades asumen las dimensiones valorativas de la realidad. Ahora mismo discutimos sobre la corrupción, pero ¿por qué la corrupción dominicana, siendo un antivalor, tiene su carta de triunfo asegurada en la práctica? Simplemente, porque la relación valorativa consiste en uno de los modos en que la realidad puede ser asimilada, y porque en la vida social opera un conjunto de representaciones, esquemas e ideales que determinan la actividad, la conciencia y la conducta de los individuos que la integran. Los corruptos son paradigmas exitosos, y los "líderes sociales" los albergan axiológicamente neutralizados. Nadie los repudia, el medio se los asimila como héroes, y bajo el manto de amparo de la práctica política se cuelan como paradigmas sociales.
¿Cuál es la lectura semiótica de la imagen de Felix Bautista al lado del Presidente Leonel Fernández? ¿Qué esperar de una sociedad en la que la coyuntura política obliga a glorificar a Amable Aristy Castro? ¿ Cómo pedirle a un niño en edad escolar que imite los valores de la honestidad y el sacrificio, si nuestros triunfadores sociales son los pícaros, los marrulleros, los ladrones vulgares? ¿Cómo tener una idea cabal de la justicia, si la organización de la sociedad degrada en la práctica los valores en que debería sustentarse, y eleva casi al olimpo al poseedor de fortunas obscenas, inconmensurables, extraídas de la corrupción que el activismo político todo ha legitimado históricamente?¿ No es el cinismo una de las destrezas esenciales de nuestros políticos?”.